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La carretera Mascota-Puerto Vallarta, Jalisco: Integración de un Territorio. Profesor Eduardo Gómez Encarnación.

Leyendas de la Bahía de Banderas
La carretera Mascota-Puerto Vallarta, Jalisco: Integración de un Territorio 
Autor: Profesor Eduardo Gómez Encarnación
CRONISTA OFICIAL DE BAHÍA DE BANDERAS, NAY. (2014-2017)
  • Los ríos, las primeras rutas.
En la región del valle de Banderas confluyen varios ríos que desde tiempos inmemoriales han servido como vía de intercambio biológico y comercial entre la costa y la sierra. Los ríos más importantes por conectarse con amplias zonas serranas son el Ameca, que nos lleva a los valles de Ahuactlán e Ixtlán; el río de San Sebastían, que conduce a la zona minera de Ostotipac, Los Reyes o San Sebastian del Oste; el río Mascota, que conecta la costa con el valle Mazcota; el rio Pitillal, que conecta la costa con El Mosco y El río Cuale que conecta la zona costera con los reales mineros de San Antonio Cuale.
Desde antes de la Conquista, los cultivos de maíz, frijol, calabaza, chile, chía y otras semillas y frutas en el fértil Valle de Xihutlán, después de Banderas, mantuvieron una gran población. La elaboración de cal, rescate de sal, buceo de perlas, pesca de diversas especies acuáticas, la explotación del caracol de tinte y otras conchas preciosas y la elaboración de joyería fina, incentivaron el comercio de los pueblos costeños con los pueblos serranos, a través de las rutas naturales marcadas por los ríos antes mencionados.
Los tianguis en la cabecera de pueblos fueron el centro de las actividades comerciales. Estos mercados se organizaban cada cinco días alineando puestos uno tras otro, agrupados según las diferentes mercancías. Aunque hasta hoy no se han encontrado testimonios escritos que detallen la presencia de tianguis en el Valle de Banderas, la Visitación de 1525 sugiere que en nuestra región los tianguis funcionaron como en otras regiones de Mesoamérica.
Todavía más, las declaraciones de los señores de Aguacatlán, Procoal y Suchipil, en el documento de Visitación de 1525 dicen que “su trato es de algodón, y sal y maíz, con los pueblos de la costa de la mar”. Lo que tempranamente propone un comercio establecido entre la costa y el altiplano nayarita.
La base del comercio fue el intercambio de mercancías o trueque, aunque debió funcionar algún artículo preciado como moneda, López Portillo y Weber, asienta que “El gusto universal de nuestros indios por el shocolatl […] daba cierto valor a los granos de cacao. Por cierto que un terno de redecillas, con diez granos de cacao cada una, formaba en las provincias cocas de Tonallan un tapatíotl”.
Mario Ochoa Anguiano, asegura que, en Amacueca donde abunda un nogal de la tierra, el “tipan”, unidad monetaria de siete nueces, que debió funcionar en otros pueblos del Sur de Jalisco, facilitó el comercio al menudeo. En nuestra costa, que comerció por mar y tierra el cacao y ciertas conchas o caracoles apreciados por su color y forma, debieron servir como moneda.
Es probable que los comerciantes cargados con telas de algodón, joyería de conchas, plumas preciosas, caparazones de tortuga, cueros de tigre y de venado, hubieran llegado a las provincias de Aguacatlán, Etzatlán y Teuchitlán por la ruta natural del río Ameca. Allá cambiarían sus mercancías por obsidiana, serpentina, chalchihuites, cerámica fina, joyería de oro, jadeíta y turquesas con otros comerciantes de lugares remotos.
O que los comerciantes del altiplano, una vez “pasadas las aguas”, vinieran a la costa cargados de obsidiana y otras mercancías para cambiarlas por sal, algodón teñido, joyería de conchas o simplemente para tratar por “maíz de húmedo”, tan necesario y escaso para ellos en la temporada de secas. Una evidencia de este trueque es el alto porcentaje de objetos de obsidiana encontrados por los arqueólogos en el valle de Banderas, provenientes de Ixtlán, sujeto a la extensa provincia de Aguacatlán, en Nayarit.
MINERÍA Y GANADO
En 1540 Cristóbal de Oñate cambió la Ciudad de Tepic- Compostela al lugar donde hoy se asienta, para controlar a los tecoxquines que se encontraban en guerra desde la sierra de Vallejo hasta Ostotipac. En esta rebelión participaban los naturales de las sierras de Cactlan (Compostela y San Pedro), Ostotipac (San Sebastián y Mascota), Acasuchilis (De Soyatán a Ixtapa) y Toconios (La mesa de Coapinole y comarca serrana). Como puede observarse, los pueblos rebeldes integraban una región que de seguro compartía lazos de sangre, costumbres y rasgos culturales. Excepto Compostela y San Pedro lagunillas, los demás pueblos se alineaban alrededor de los ríos de San Sebastián y Mascota.
En 1543 se descubrieron las minas del Espíritu Santo en términos de Compostela. Unos años después las de Xocotlán, Guachinango, Etzatlán y Guaxacatlán en los límites actuales de los estados de Jalisco y Nayarit, que duraron hasta finales del Siglo XVI.
Hacía 1620, la fortuna de los metales había cambiado su aguja hacia la Alcaldía Mayor de Ostotipac. En el Real de los Reyes había cuatro haciendas de agua para moler metales; en San Sebastián, tres minas de sacar plata; en el Real de la Resurrección, dos haciendas con las mejores minas de aquellos lugares; en Santiago, hoy Santiaguito de Pinos, una hacienda de minas con Alcaldía Mayor. Eran estas minas las mejores en ese entonces por el rumbo, y de ellas se sacaban más de 150 000 pesos de plata cada año. Mascota, San Sebastián, Talpa y posteriormente Cuale, el ganado y la minería trazaron sus propias rutas. En el proceso de extracción de minerales por oxidación llamado “beneficio de patio”, se consumieron grandes cantidades de sal y de ganado, que llegaban por los cañones de los ríos San Sebastián, Mascota, Pitillal y Cuale.
Por más de tres siglos estos caminos de herradura fueron testigos del transporte de sal, metales, contrabando de plata, ganado, semillas y otras mercancías entre la región del Valle de Banderas y los pueblos de la región serrana.
En 1695 el presbítero de San Sebastián, Thomás de Aréchiga, solicitó un reconocimiento de su propiedad, San Nicolás Ystapa, en el valle de Banderas. Xalisquillo, de los Gradilla de San Sebastián también fue reconocida en sus linderos. Algunas haciendas estaban cambiando de manos de españoles de Compostela a manos de españoles de San Sebastián.
La propiedad de Xalisquillo abarcó desde el poblado de Las Palmas, Jal., hacia el Este, siguiendo el Río de San Sebastián, hasta la ranchería conocida como Potrero de Abajo y de ahí hasta El Chacuaco, frente a La Estancia de Landeros. Fue paso obligado entre la costa y la zona minera del Real de San Sebastián y perteneció a los Gradilla, una de las familias más antiguas y destacadas de la región.
El ganado de San Nicolás Yztapa se concentraba en El Zapatón o en Las Palmas. Río arriba, el hato seguía por la hacienda de Jalisquillo, Potrero de abajo, Potrero de Arriba, El Chacuaco y La Estancia de Landeros. Aquí se quedaba mucho ganado para la matanza en San Sebastián y demás minas en el área de Ostotipac y San Felipe de Híjar. En plena bonanza minera, en San Sebastián se sacrificaban hasta ocho reses diarias, según datos de Gabriel Pulido Sendis.
Otra parte de los rebaños seguía hacia La Ermita, Milpillas y otros puntos hasta bajar al Atajo. Aquí, con buenos pastos, las reses eran descansadas y cuidadas del maltrato para llegar a Mascota en buen estado. Mucho ganado se sacrificaba en estos pueblos para abastecer la región de cuero, cebo y carne. En Mascota y San Sebastián proliferaron las tenerías para el curtido del cuero y hubo excelentes talabarteros.
Los caminos de la Independencia.
La lejanía de Compostela y la fuerte influencia económica, religiosa y familiar con la zona serrana, se impuso. En 1810, durante la guerra de Independencia, la región dejó de ser administrada por el Partido de Tepic y pasó a ser administrada por San Sebastián, hoy del Oeste. Es de comentar que, por esta ruta, la lucha de Independencia alcanzo al Valle de Banderas.
Niceto de Zamacois, en su “Historia General de Méjico”, relata algunas acciones y nombres de cabecillas durante la Guerra de Independencia en la zona serrana del Occidente de Jalisco. Entre estas acciones, registra una entrada a Valle de Banderas, en 1811.
Por siempre, los caminos de la guerra se han trazado por sitios y lugares con recursos económicos para mantenerlas. Además del saqueo y el botín, hombres y bestias necesitan del sustento y cobijo. Durante la Independencia se tuvo por práctica tomar prisioneros a los españoles adinerados, embargar sus bienes y ponerlos a la venta para el pago de la tropa insurgente. Otras prácticas fueron los préstamos forzosos, la sustracción de fondos de las cofradías, la toma por la fuerza de ganado y granos.
¿Qué ventoleras acarrearon a un puñado de hombres que luchaban por la independencia de una nación, hasta estos lugares tan apartados de “Dios y María Santísima”?
¿Qué ofrecía el Valle de Banderas, región tan aislada del epicentro de la Independencia, en 1811?
A 70 km. de distancia de la zona minera serrana, la región había sido proveedora de granos, carne y sal. Es probable que las haciendas contaran con 1000 yuntas abiertas al cultivo de maíz de temporal y 300 yuntas dedicadas al cultivo de frijol de humedad, que producían 500 toneladas de maíz y 100 de frijol; por censos del Siglo XVIII, el ganado mayor pudo llegar a 5000 cabezas, entre vacas, caballos y mulos. Las fértiles tierras de humedad y de temporal y la ganadería salvaron de la hambruna a San Sebastián y Los Reyes sucedida entre 1780 y 1790.
Por otra parte, en esos tiempos fue muy común que fragatas y embarcaciones balleneras extranjeras, se pasearan por estos mares desde la punta de California hasta Cabo Corrientes. En las postrimerías de La Colonia, en la costa del Valle de Banderas fue común intercambiar telas inglesas (manta), mercaderías de oriente y armas, por plata de contrabando, pieles, palo de Brasil, carne de res, tabaco y otros productos locales.
A mediados de agosto de 1811, Ignacio Sandoval, capitán insurgente que se había levantado en armas en Mascota, junto con el Lego Miguel Gallaga, sobrino de don Miguel Hidalgo, tomaron por asalto la Villa de Colima. Poco les duró el gusto, el 21 de agosto del mismo año fueron atacados por las fuerzas realistas del Coronel Manuel del Rio, desalojándolos de la Villa. El día 7 de septiembre, seguidos por los realistas, Sandoval y Miguel Gallaga con una fuerza de 200 hombres llegaron a Autlán; el mismo día, por la noche, salieron para la Hacienda de Ayuquila, dándoles alcance el ejército español en la hacienda de Palo Blanco, donde fueron derrotarlos, puestos en desbandada y dispersos. Culpándose uno al otro de las derrotas, Sandoval y Gallaga llegaron a Mascota con cincuenta hombres donde estuvieron dos o tres días, para tomar la retirada hacia San Sebastián de donde bajaron al Valle de Banderas.
Al parecer, los insurgentes no encontraron en el Valle de Banderas lo que buscaban y ahí se hicieron más profundas las desavenencias que venían arrastrando desde Colima. Del Valle de Banderas, Gallaga tomó la costa por El Tuito rumbo a Tomatlán, donde fue alcanzado por Sandoval y ejecutado. Lo más significativo fue que el contingente transitó ya por una ruta bien definida desde finales del siglo XVIII.

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