Autor: Profesor Eduardo Gómez Encarnación

DON MANUEL GARCÍA RAMÍREZ ( ENTREVISTA 2016).
«Primero fue la vitrola… de ahí el tocadiscos. Había un señor que se llamaba Pedro Peña, que lo trajo pa hacer bailes. Pa hacerlo tocar, trajo una planta de luz con un motor de gasolina…de esos muy ruidosos los cabrones.
Por cierto hay una anécdota donde la señora de Pedro, después de la planchada, puso a enfriar la plancha encima del motor y ahí la dejó.
Y en la nochi, nosotros juntábamos a las muchachas pa bailar y había que jalarle la soga pa que encendiera el motor. Esa vez, encendía el motor y empezaba ta, ca, ta, ca, ta, ca… una tacateadera. Y él:
-“Párenle, párenle, croque se quiere desbielar”.
Total, se nos echó a perder la bailada y nosotros ya con las bailadoras listas.
En ese entonces por aquí subía hasta Aguamilpa un señor que le decían Marruquina, que era el que tenía el permiso a llevar con una “corrida” hasta Agaumilpa; era el mecánico de esa época… muy mentado.
Otro día los muchachos nos pusimos listos y cuando oímos la camioneta fuimos con Pedro y le dijimos:
-“Pedro, ahí viene Marruquina, ahí se oye la corrida… él le halla a los motores…”
-“¡Pos vaya un cabrón! ¡Acomídanse en algo! ¡ A ustedes les urge!”
Y fuimos con Marruquina y le gritamos:
-“¡Marruquina! ¡Dice Pablo que vayas!”.
Pos ya, Marruquina se paró, fue con Pedro y le preguntó:
-“¿Qué pasa?”.
-“No pos, esta chingadera como que se me quiere desbielar”
-“¿Cómo? A ver, jálenle”
Y le jalamos y ya, el motor empezó: ta, ca, ta, ca, ta, ca, ta…empezó con su tacateadera…
– “¡Ya! ¡Párenle!” Gritó Marruquina
-“A ver, tráeme un vaso de agua…” le ordenó a Pablo y ya se fue Pablo…
– “Iren, a este cabrón le voa cobra por lo pendejo”- nos dijo y quitó la plancha que había dejado la señora.
-“A ver, jalénle”. Y el motor se echó a andar rrrrunnnnnnn…parejito, como nuevo; luego lo paró.
Ya llegó Pablo con el vaso de agua:
-“Está listo, Pablo”-
– “¡Aaah! ¿Tan rápido?”
“Si rápido… o que quería que pasara aquí todo el día”. Y él mismo le dijo:
-“Ira, te voy a cobrar por lo pendejo”.
Y echó a andar el motor que empezó a jalar suavecito; le puso la plancha y empezó con su ta, ca, ta, ca, ta,ca, ta, ca…luego la quitó-
-“Son cincuenta pesos”- le dijo:
Pablo, muy a su pesar, le dio un billete de cincuenta casi nuevo…de esos que traían a Allende, me parece. Luego se quedó pensando y nos dijo:
-“Ni modo muchachos, antes les costaba cada cumbia veinte centavos…ahora, si quieren bailar, les va a costar un “tostón”. A ustedes les urge la bailada».
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