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¡Desesperación en el SPAUAN! La planilla oficial “Unidad Sindical” se desmorona ante el fantasma de la derrota

PLUMAZO: Por Nayar Araiza López

¡Desesperación en el SPAUAN! La planilla oficial “Unidad Sindical” se desmorona ante el fantasma de la derrota

  • Los “favores” de Pancho Haro ahora son facturas con sobreprecio
  • Jorge González, arrastrado por la sombra de un cacique en decadencia

A dos semanas de que se elija al nuevo Comité Ejecutivo del Sindicato de Personal Académico de la Universidad Autónoma de Nayarit, la desesperación ya se respira—y se huele—en el edificio del SPAUAN. La planilla oficial, impuesta por el aún Secretario General, Francisco Haro Beas, se tambalea como un edificio viejo en zona sísmica. Y es que el viejo estilo del miedo, la presión y la simulación ha dejado de funcionar, pero Pancho Haro se niega a aceptarlo. Cree que el sindicato es su finca, y los jubilados sus deudores eternos.

Hoy, los mismos a quienes les ayudó con el trámite de jubilación y a quienes, en efecto, les tocaba por cláusula, ver entrar a sus hijos bajo el derecho de preferencia, están siendo extorsionados moralmente por Haro Beas. Les cobra el favor como si hubiera sido un acto de caridad, cuando fue simple cumplimiento de derechos adquiridos. ¡Y eso sin olvidar que, junto con el exrector Jorge Ignacio Peña, les robó descaradamente el 50 por ciento de su indemnización! Que no se les olvide: no fue ningún favor, fue su derecho, y se los birlaron.

El verdadero terror ronda en la planilla encabezada por Jorge González, el candidato de Pancho. La campaña no prende ni con gasolina. Al interior, se barajan ya los primeros deslindes públicos del impresentable Haro Beas, cuya forma de operar ya les representa más costo que beneficio. Jorge González no despega, porque carga con un lastre que lo hunde, el desprestigio de quien nunca defendió al gremio y solo defendió su creciente patrimonio personal.

¿A quién quieren engañar? Pancho Haro jamás tuvo peso político real en la UAN. Su único “mérito” fue haberse aliado con la deshonra, Nacho Peña, el exrector que dejó a la Universidad ahogada en deudas con el IMSS, el INFONAVIT y el SAT. Y no fue accidente ya que impuso a su sobrino Juan Carlos Mariscal Haro en la Secretaría de Finanzas, y entre familia se encargaron de permitir todo tipo de anomalías: reclasificaciones ilegales, ascensos fantasmas, promociones fuera de convocatoria, todo mientras el convenio con la SEP exigía congelamiento total de la nómina, esto que no se nos olvide.

Hoy, los mismos que dañaron a la UAN pretenden perpetuarse en el poder sindical a través de promesas vacías y chantajes burdos. Mienten al personal de contrato y suplente, jurándoles que solo el sindicato puede conseguirles permanencia y definitividad, cuando eso lo otorga la Universidad conforme a la Ley y al tiempo laborado. El SPAUAN no contrata, propone; quien autoriza es la Secretaría Académica.

La campaña de la planilla oficial ya no es propuesta, es amenaza. Ya no es discurso, es chantaje, y todo gira en torno a la desesperación de Pancho Haro, quien no concibe perder el control, puesto que lleva más de una década operando entre las sombras, diez años como director de Contaduría, nueve en la dirigencia sindical y ocho coordinando la sede Ahuacatlán. Un poder prolongado y sin contrapesos que le permitió aprender todos los trucos de la vieja escuela, la coerción, la intimidación y el uso del miedo como instrumento de control, propios del porrismo setentero de la universidad.

¿Pero qué queda de ese poder hoy? Una planilla acartonada, integrada en su mayoría por los mismos rostros de hace doce años, sin fuerza, sin credibilidad y sin propuestas reales. Su campaña se basa en el reciclaje de mentiras y la manipulación del miedo.

A los docentes de la UAN les decimos que no le teman a Pancho Haro. Su tiempo ya fue. Hoy solo busca salvar su pellejo y proteger los secretos de su gestión, la cual nunca ha transparentado. Más de 70 millones de pesos ingresaron al sindicato durante su gestión, y hasta la fecha, nadie sabe con certeza cómo fueron usados.

La palabra de Pancho Haro no vale. No cumplió nada de lo que prometió. Fue cómplice del despojo de prestaciones, guardó un silencio cínico y cobarde ante la presión del Gobierno, la ASEN y la SEP, que impusieron medidas equivocadas bajo el argumento falaz de que las prestaciones eran la causa de la crisis.

Y es que mientras los derechos de los docentes eran pisoteados, él se encerró en las cuatro paredes del sindicato, no para defender al gremio, sino para protegerse y evitar que le escarbaran en su cuantioso patrimonio, que resulta difícil creer haya amasado solo con su salario. Su candidato, Jorge González, lejos de señalar los excesos, fue su cómplice silencioso, esa es la verdadera herencia de la planilla oficial, abandono, complicidad y traición, puesto que, si observamos, sus integrantes son prácticamente los mismos desde hace 12 años. La única realidad es que su campaña no solo está muerta… está enterrada, con una lápida de Pancho Haro y el exrector Jorge Ignacio Peña encima. Seguiremos. Va.

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